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 NOSOTROS 

 

​  Durante siglos, LOS PUEBLOS INDÍGENAS de AMÉRICA, han sido exterminados, despojados de su tierra y su cultura; privados de su identidad y de su idioma.

  A pesar de todo eso; la MÚSICA TRADICIONAL de una gran cultura propia de América, sobrevive en nuestro planeta: es la música única en todo el mundo, de las flautas de pan amerindias, de los sikus, phusas ó  zampoñas de la CULTURA ANDINA.

         Los Pueblos originarios, de las montañas, los valles y costas andinas; saben,  que esta música majestuosa; a veces tan armónica y sublime como la mejor sinfonía occidental y a veces tan exuberante, alegre, marcial o tempestuosa,  como los efluvios de la pena, la alegría, el orgullo o el dolor humanos:  son uno de los más importantes legados de su paso por el mundo 

Khantu de CHARAZANI - KOLLAMARKA
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EN DEFENSA DEL SICURI: LIBRE COMO EL VIENTO.

Por: BETO RUDAS.

 

Hace cientos, quizás hace miles de años,  un  hombre andino, por primera vez,  cogió un atado de cañas silvestres, que silbaban solas y salvajes en alguna quebrada solitaria. Lo hizo con reverencia, con amor a la tierra y a  los apus, que seguramente hablaban a través de aquellas cañas.   Las puso bajo a sus labios y sopló:  quería saber el secreto que guardaban   y entonces entendió: que a través de esos canutos podía subir encima de  las brisas y los vientos  y danzar  y cantar junto con ellos, sobre abismos y tormentas. Estallando y vibrando como las tempestades, la risa, la vida, la muerte  y las montañas.  Así  nació el siku y después nacería  el sikuri:  el conjunto de tocadores y danzantes del siku.


 Nadie puede negar,  que flautas de pan han habido y hay muchas en el mundo. Es un tipo de instrumento universal, ligado a las fibras más sentimentales del ser humano, en razón al  sonido tan dulce que una flauta de pan es capaz de producir. Pero flautas de pan, orquestadas y armonizadas en una forma colectiva, tan majestuosa y rotunda,  que se sepa, solo han existido y aún existen en  nuestros Andes milenarios.


El sicuri como tal, es pues  una creación anónima  del pueblo andino, aymara y quechua para el resto de la humanidad. No tiene ataduras ni dueños. Resulta ridículo que hoy en día,  algunos alucinados,  pretendan disputarse cómo,  cuándo y dónde se debe tocar estas  flautas ancestrales. Están locos.  La música del siku no necesita de falsos guías  teóricos, corregidores, profetas, ni de sermones oscuros, que no sabemos de donde vienen ni qué intereses patronales o coloniales persiguen.  Nuestras flautas ancestrales están bien como están, así han sobrevivido, así han llegado hasta nosotros,  no queremos cambiar su tiempo de tocar ni su calendario mágico, ni el ritual de la fiesta y de jolgorio humano que las acompaña. Así están bien nuestras cañas, así han resistido  a todo tipo de procesos sociales y cambios culturales, a todo tipo de marginaciones, discriminaciones y desprecios, incluso de persecuciones; así han vencido a cazadores de idolatrías y sermones etnocidas. Y sólo así sobrevivirán. No podemos dudar de ello. La estrategia que trazaron los mayores para subsistir no estuvo ni está equivocada en modo alguno. Sino fuera así, como se explica, que todo el resto de músicas tradicionales andinas se encuentren sufriendo la embestida brutal  del consumismo y de una mal entendida “globalización”;  hoy en día, a duras penas se escucha algún tema en estilo auténtico de música huanca o ayacuchana, solo por mencionar a dos áreas regionales donde la música andina ha tenido mayor fuerza que el sicuri y quizás incluso aún la tienen; sin embargo  los cultores de la música andina de  esas regiones que acabo de mencionar,  cada día tienen menos pureza y cada día tienen  que “adaptarse” a los estilos más comerciales con arpa y batería  y ceder espacios inacabables de autenticidad; por ello, aunque el público de este tipo de - música adulterada-  a la fecha pueda ser todavía mas grande y hasta multitudinario,  su estilo y arreglos  ya no la hacen  la misma, es una música que cada día retrocede más y más y se va convirtiendo en una caricatura, un vil remedo, un ridículo plagio de géneros occidentales con ribetes andinos,  una triste burla de lo que antes fue. En cambio, en lo que toca al sicuri el fenómeno  es al revés, cada día hay una vuelta a los orígenes, porque esa es la esencia y la naturaleza del sicuri: un regreso a los orígenes; incluso los diversos estilos más tradicionales, de varios bombos, en vez de retroceder están avanzando de nuevo y recuperando espacios perdidos, en zonas en las que quizás hace siglos se había abandonado o desechado ese estilo. Por ello, el sicuri es a la fecha, sin lugar a dudas, la familia de música andina más tradicional e histórica  que pueda existir,  en sus diversos estilos y variedades.


Hace casi cuarenta años, el año 1978, cuando empecé a tocar en los primeros sicuris metropolitanos de Lima, decidimos con un grupo de amigos, que no seríamos ni profetas, ni iluminados, ni guías,  ni abanderados, ni creadores  de nada; solo dignísimos  tocadores de sikus o zampoñas, como parte del pueblo que ha sabido  conservar este arte, yendo donde él nos guiase, participando en sus festividades, en sus alegrías y tristezas; coadyuvando a que esta música tradicional andina se mantenga, crezca  y gane nuevos espacios, como un cultor más, como un intérprete más, como un músico más, como un runa, como un hilata más. Solo eso hemos  querido  y  nada más queremos a la fecha. Sólo seguir cultivando en forma auténtica  esta bella música que es patrimonio cultural del Perú y de  los países andinos;  como parte del pueblo anónimo que baila y danza al son de estas cañas de las quebradas que vibran al son de todos los vientos libres, que un buen día hace milenios, los hombres andinos  aprendimos  a tocar y acariciar. Creciendo con ellas y su mensaje,  de amor y orgullo por lo nuestro.  Por esta inmensa y dulce tierra madre,  que nos cobija.

SICURIS  por Beto Rudas y Mario Ortiz  2020
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